Balnearios por Pilar Sanjurjo

Balnearios por Pilar Sanjurjo
“Balnearios”, un film de Mariano Llinás.

Balnearios: entre la nostalgia y el juego

Balnearios por pilar sanjurjo

Es el día más caluroso del año y estoy viajando, en la línea D, camino a Congreso de Tucumán. El sonido metálico sobre los rieles lejos está de ser como olas suaves en mis oídos, pero me convenzo de que sí y empiezo a pensar en el falso documental “Balnearios”, la ópera prima de Mariano Llinás estrenada en noviembre del 2002.

Pensar en Balnearios, en éste enero, desde la ciudad de Buenos Aires, parece ser la única forma de vacaciones que podré imaginar por ahora. La película, que algunos describen como un “Cine Hipernarrativo”, nos invita a un viaje, donde la voz en off cobra autonomía, como si escucháramos un relato oral que va desde la toma y atrincheramiento de un hotel fuera de tiempo, hasta la historia de un pintor de cuadros de pueblo, haciendo parada en ciudades sumergidas, como Miramar, nuestra atlantida local. El filmBalnearios por pilar sanjurjo

En esta película, sin pretensiones ni esnobismos, pero también muy lejos del costumbrismo, Llinás nos lleva a recorrer los ciudades balnearios de la costa bonaerense. Nos habla de lugares vacacionales específicos y las rutinas repetidas de quienes los habitan como si se tratara de un extranjero que ve y describe todo con la precisión de un académico profesional. De esa enumeración, surge algo más que una geografía: se construye un paisaje afectivo*, un boceto de la infancia y la memoria social de un país que alguna vez fue niño.

¿Por qué detenerse en los balnearios? Porque, como dice el narrador del film, estos lugares nacieron como un juego. Fueron inventados por un siglo que todavía sabía jugar, que aún no había perdido la inocencia.

Pensar el filmBalnearios por pilar sanjurjo

De este modo, pensar en los balnearios es también pensar en la infancia: la propia. En esos veranos en que conocí Tres Arroyos, el pueblo de mi abuela paterna, la ruta 3° custodiada por campos de soja y maíz, y un horizonte plano y eterno, guiaban nuestro camino arriba de un Renault 12, inestable y macizo. Así, durante los años de mi infancia viajamos con mis papás y mi hermana a Claromecó, conocí las playas del sur, inmensas y abandonadas, y me leyeron por primera vez, e infinitas veces, los Cuentos de la Selva de Horacio Quiroga.

Pensar en los balnearios, es pensar en la infancia de un país, y la de un tiempo al que volvemos, incluso sin haberlo vivido. Es un lugar que alberga la felicidad simple, pero también la tristeza de lo que ya no es, de lo que quedó atrás.

¿Por qué ver Balnearios?

¿Por qué deberíamos nosotros, 23 años más tarde del estreno de este film, detenernos en Balnearios? Quizás como un ejercicio de extrañeza, para aproximarnos desde una mirada simpática y simple a un elemento cotidiano. Quizás debamos volver para reencontrarnos con ese tiempo fuera de sí que son las vacaciones de verano.

Podríamos, así, pensar en los balnearios hoy, en cómo las playas esperan; en los turistas que parecen no llegar con la misma intensidad y mueven a esos balnearios a un estado de suspensión. La costa se siente como un eco de aquella época: promesas de futuro truncadas y un presente que vuelve al pasado, siempre con otra forma. Tal vez, como los balnearios, este verano sea también una metáfora: un tiempo que se estira entre lo que fue y lo que pudo ser.

* Depetris Chauvin, Irene, (2014). Conicet. Argentina. Disponible en el siguiente link: 

Para conocer más sobre la autora:

Link que dirige al film:

Poesía, cine y actualidad.

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