Poemas de Tobías Retamozo

Poemas de Tobías Retamozo

Convocatoria Sub – 30

Antes de adentrarnos en los poemas de Tobías Retamozo, es menester recordar que esta es una clásica entrada en la que hacemos un recorrido por las obras seleccionadas en la Convocatoria de Espías Rusos para autores menores de treinta años, como es el caso del autor sobre el cual conoceremos algunos detalles a continuación.

Algunos detalles sobre su vida

Tobías Retamozo es un poeta nacido en la ciudad de Reconquista, en el Norte de la Provincia de Santa Fe. Es Profesor de Lengua y Literatura y, según le confió a este medio, es un apasionado de las letras. Eso se deja ver a simple vista ya que, en su biografía, incluyó todo lo que necesitamos para conocerlo. Contar más detalles de su vida sería, lisa y llanamente, faltarle el respeto, porque así se presentaba él:

Ha sido mi vida entera ávida de lecturas y no menos urgente fue la escritura, por lo que la literatura me ha acompañado durante todo el tiempo que alcanza a abarcar mi memoria. Whitman, los románticos ingleses y alemanes, Quevedo y Borges son hábito y música de mis tardes

Con ustedes los poemas de Tobías Retamozo

Señal

La casa se silenció como un verso
en cuya pausa final declina todo ritmo.
Y sentí la angustia de una conclusión,
disipando un atisbo de esperanza.
La felicidad está ahí, ha estado siempre ahí;
lo que perdí es el camino,
el lazo que me une a ella.
He sufrido, he desconfiado del lenguaje
porque no puede nombrar lo que anhelo.
Pero hay una calma imperturbable
que busco siempre y no me rechaza,
y que encuentro en la literatura, en la música,
en el rarísimo privilegio
de ser admitido en la vida de otra persona,
en la quietud de una tarde, y en el color amarillo.
En eso consiste la salvación:
reunir una felicidad sincera,
llamarla Dios,
y creer en ella.

Biblioteca

Bajo uno de los últimos rayos de sol insomne,
demoré mis pasos frente a la Biblioteca Popular.
En esas estanterías, ahondadas de mesura,
reposan en desordenada fila
libros que fueron mi puerta
a la infinita fruición literaria
―los años han disimulado
el hecho irrecusable: soy el mismo―.
Nuevamente mi curiosidad,
esperanza que se confunde
con el recuerdo de un porvenir,
me guía a través de los anaqueles
y evoca páginas gastadas por los ojos del tiempo.
No me recuerdan los libros
que leí en mi niñez, pero en ellos
permanecen mis lecturas,
como en las estrellas las miradas
de quienes escrutaron su esplendor.
Yo te ansiaba más amplia, más abundante.
Te exigía una antología de Swinburne;
vanamente busqué en tus estantes
libros ingleses o alemanes, primeras ediciones,
y te comparaba con bibliotecas orientales,
de pasillos bifurcados
y colmadas paredes de libros
antiguos y preciosos.
He sido injusto con tu frugal vastedad,
que colmó de beldad
mi ciega aproximación a la poesía.
En alguno de tus libros,
anotado con trémula letra diminuta,
está el linaje de este poema.

Cementerio

La tumba nos mide las horas.
Recorro los senderos del laberinto sepulcral
con una lágrima surcando mi gesto,
en plañidero dominio de muerte.
Mirando el arco del umbral de un panteón
me roza la soledad inmóvil
de su arquitectura fría y gastada.
Pesan los siglos en el firme mármol.
Aquí los sueños caen como ruinas;
y suenan falsos los epitafios
que rezan sobre una paz ulterior al postrer latido.

Obsedido por la fiebre de un plenilunio,
imaginé mi tumba
midiendo la ilusión del tiempo
en la proximidad de la ausencia.

Evocación

Nos hemos buscado en el tiempo.
Conozco tu voz, conozco la inflexión de tu gesto
al pronunciar con sinceridad una frase,
conozco la tersura de tu piel
donde reposa mi mano somnolienta.
Conocíamos el significado de nuestra mirada
antes de vernos por primera vez.
Ya hemos prodigado la misma ternura
hace siglos. Ya se ha deshojado
la flor que fue dichosa en nuestra primera confidencia.
En nosotros perdura un secreto que nos precede,
tan antiguo como la poesía,
y continuamos perpetuando su ternura.
Por eso, ya conocías mi voz y la inflexión de mis gestos.
Descubrimos el significado de nuestra mirada
y nos amamos antes de recordarnos.

Río Paraná

La singladura es una reminiscencia
surcando el cauce inasible de la memoria.

En la orilla, plena de cumbres,
declinan mis hondos pasos.
Vanamente mido la cadencia de un adiós
pronunciado años atrás,
en una noche despoblada,
sobre esta misma orilla.
Sangre del mar,
voluble río de sempiternas aguas,
tu oleaje unge la piel de mi alma.
¡Oh río
ampliamente tendido,
no ha cesado aún tu caudal!
Los árboles tiemblan
al oír el rugido
de tu corriente fluyendo.
Mi despedida amaina
en el reflejo del cristal líquido.
Cruzaré un puente
hacia el camino boreal,
calmando la sed de lejanía.
Mi postrer verso será diluido
por el sereno remanso.

Estación

El tren se ha detenido en el tiempo.
La ventana proyecta
otra estación despoblada.
El crujido de las hojas secas
agrieta el sendero. He arribado.
Me siento a la tibia sombra de un árbol.
Cerca se oye el rumor de la ciudad,
las voces, los animales y los días,
de la ciudad que el tren no alcanza.

Para conocer más sobre Tobías Retamozo:

Poesía, cine y actualidad.

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