Poemas de Cecilia Galeano

Poemas de Cecilia Galeano
Cecilia Galeano

Poemas de Cecilia Galeano

Breves comentarios sobre su vida y obra

Los poemas de Cecilia Galeano

Cecilia Galeano es una poeta nacida en Provincia de Buenos Aires en el año 1960. Según pudo averiguar Espías Rusos, desde muy joven estuvo vinculada a las artes en general ya que, en su trayectoria vital aparecen de manera marcada el estudio de la música y de las artes plásticas.

Por otro lado, es interesante contar que Cecilia Galeano es una histórica de los ciclos de poesía. Siempre está ahí, atenta, silenciosa, entre la gente, escuchando a otros, sosteniéndolos. Así fue que la conocimos en Literatura Viva que organizan, los queridos amigos de esta casa poética, Lidia Rocha y Gerardo Curiá.

Finalmente, Augusto Munaro escribe sobre Música errante su primer libro de poesía, para el diario El Litoral: Los poemas, en rigor, no presentan grandes complicaciones, ni temáticas, ni formales. Sus claves están atenuadas, buscan apenas la complicidad del lector para la pausa y la contemplación. Y es así como con inteligencia, los versos se tejen a favor de la indeterminación. El libro delinea, minuciosamente, la solidez de la ambigüedad. “Un cielo quieto suena en los ojos/ ando tu herida de árboles azules/ de tu costilla viene a nacer la flor perdida/ y en lentos círculos/ lo que regresa y regresa/ se anuda/ y es dulce aliento en lo que no somos.

Con ustedes, los poemas de Cecilia Galeano

Poemas del libro inédito Fauna

Caballos Blancos

Cuarenta y seis caballos blancos
─sus crines dibujan en el cielo
una visión surreal por la autopista

fauna de rayos
todo fulgor
el día tiembla

Campo de Mayo dejan atrás
y quizás
en sus grupas lleven
a los compañeros,
parte del aire/ahora

─río sagrado el instante
tantos años después
cuarenta y seis caballos blancos
enervados de sol
abren las jaulas
campo fértil:
en la visión
todo es ahora

Sueño con animales salvajes

corren en la sabana  
entre las sábanas corren
los veo llegar veloces hermosos
ahora lentos / giran sus cabezas
leones blancos asoman entre las flores
su mirada se sostiene en la luz, como una pregunta
echados
se reúnen en la orilla del sueño

y en esta noche
no es león el león
es quien me llama en ausencia
desde el sueño del sueño

dice mi nombre y fuma

nada más dice, se ha pronunciado ya

en su voz
corre violento el día
y yo despierto con la alegría de las bestias

Nacido

Donar el cuerpo
a la luz diurna y a la boca del lobo
y en lo que asoma
selva fruto o rebelión
un pequeño paraíso cae

se nos cae

en lo solo
que permanece solo

en lo que existe: una rabiosa voluntad
y en lo que no,
nace el principio
selva fruto rebelión

De mi padre

De mi padre
sólo sabía de sus ojos claros
y del silencio,
que amparaba el río

mi padre era una invención
inacabada
él callaba en mí
su voz

y yo cantaba

Mirar

La mente proyecta un enjambre
distinto
al que el ojo percibe
y se abandona a esa duplicación
el oleaje arroja rostros brillantes
─un corazón mirando fijo─
inviste un color
que se mezcla con las voces
y son dos resonancias
dos formas de la luz
un ala oscura se come la bocacalle
y bajo un rayo único
un perfil
se narra a sí mismo
con su expresión encendida
sus manos nudosas
su guirnalda de fe
me quedo con la respiración de la escena
la llevo conmigo
y es un modo de mirar también
la omisión
el callado tajo
del no
apenas un giro
y otra escena se alumbra
una multitud
se mueve
como un animal fantástico
y es un río
hijo de otro río
mutante
y la mirada decidiendo un camino,
que se toma o se pierde
la intuición
como un hambre cierto
qué siluetas o qué vientos
qué es lo que llama
atemperado
lo que cede
en ese modo
de cerrar los ojos
y habita
su intemperie
─música lábil,
la luz en su juego
motea el aire
hacia arriba─
una nube baja sostiene la escena
(no se ve, pero está allí)
y hay pájaros
de puro tiempo
un sonar apagado
y banderas
como proas de naves fantasmas
y tanta gente
tanta gente
que nunca aparece en las fotos

Dame

Dos pumas recorren las calles de Gesell 
elásticos fantasmales
buscan comida en la Avenida 3
olisquean la basura
y en las puertas de los bares
hallan
restos nocturnos
de hamburguesas latas vasos plásticos
luego quizás entren al bosque
y descansen
en su limbo verde.

Un hombre y una mujer en romance incipiente
se escriben,
ella vive en Higashiomi
él
un astronauta
sin ticket de vuelta
como un sol antiguo
enfriándose
tan lejos
tan lejos está ahora
su corazón tierno.
Ella cuece arroz y algas
camina por la casa
con sus pies menudos
y piensa
en su hombre sideral
esperando de su mano,
y recuerda su voz, diciéndole:
dame de tu plato
dame lo que el espacio mudo me niega.
Y ella le ha dicho:
regresa a mí
soy tu luna de plata
soy tu casa en la Tierra,
entonces le envía a su hombre
toda su fortuna
para traerlo de vuelta
al amparo terrestre.
Constante
taxativa
la fe del amor,
y el amor también.

Él le cuenta
de su cápsula comba
y brillante
suspendida en la boca del cosmos
del silencio de Dios
─que nunca amanece
y de cómo su hermoso rostro
es pensado en la ingravidez.

Los pumas marcan la arena con sus pisadas
sus ojos dorados se abren en la noche
su jadeo es también marino
su hambre lunar
husmean tras las ventanas,
son criaturas
esperando de una mano:
dame de tu plato
dame lo que el monte incendiado
me niega,
hambrientos siguen ahora la línea de la playa
corren buscando su casa en la Tierra
tan lejos el humedal
tan ardido el monte,
pero hay en Higashiomi
una mujer que les daría
su arroz
su casa
su fortuna
porque en la órbita de su amor
hubo un hombre
que ya no va a regresar
a la Tierra
al amor
al poema.

Fe de erratas: los versos en la versión web para celulares pueden no responder a su formato original.

Para conocer más sobre la autora:

Poesía, cine y actualidad.

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