
María Negro – Narrativa
Breves comentarios sobre su vida y obra
Narrativa- María Negro nació en Argentina en el año 1977. Es escritora, editora, tallerista, coordinadora de grupos de lectura. Su acercamiento a la literatura se dio desde muy pequeña, según cuenta en una entrevista para el programa radial Camorreros. Además, en dicha entrevista, nos cuenta que sus inicios estuvieron muy ligados al juego: “Tenía una infancia llena de muchas aventuras, una infancia en un barrio obrero de los que luego viraron a asentamientos con los años”
En una entrevista con el programa El Quijote no se mancha, la autora expresa: “El primer trabajo es leer, después viene escribir. En la lectura está la nafta. (…) La electricidad de la escritura, en general, es un hecho individual“. Ante la pregunta que le realizan ¿Por qué Fontanarrosa nunca fue parte del ámbito académico? La autora responde: “Yo creo que el canon se guarda para sí lo conveniente. Y lo conveniente es lo indiscutible, lo intocable“. Y cierra esta idea planteando que es inconveniente cuando todo el canon se construye en torno a la comparativa con determinados “popes” de la escritura.
Publicó los libros Y sin embargo se mueve (2012, Argentina), Manifiesto de las conchudas (2013, reedición 2015 y 2018, Argentina), Antología, con otras autoras, Yomoram jyayajpapa is jayatzame (2019, México), El secreto de los insectos (2020, Argentina), La sed de Doña Hilda (2021, Argentina), Una leve presión (2022, Argentina), Las pieles del agua (2022, Chile), La traición de Prometeo (2024, Argentina), Antología “Raíces de una voz”, junto a otros autores (2024, México), El fuego que sostiene la mano (2025, Argentina).
Cuento: Lo que se hereda no se roba, Raúl
Lo que se hereda no se roba, Raúl. Y dejá de llorar, por favor, que te van a escuchar los chicos. ¿Qué tiene que decir la Gladys? Que se quede ella con su casa, con sus cosas, y nos deje vivir en paz. Pero claro que sé que no vivís en paz, pero es porque no sabés vivir en paz, Raúl. ¿Qué te molesta que se mueva una silla, que se abra una ventana?
Un cuento de María Negro
Son cosas de lo más natural, ¿no viste las películas? No, a vos no te importa nada más que tomar mate en la puerta y chusmear con la manga de vagos esos que ni saben cómo es una escuela, cómo los alquimistas de la película esa hubiesen dado millones de dólares por estar en un lugar como el nuestro y vos no, nada, pero qué te pensas, porque yo no me voy a mudar, no me voy a ir con los chicos. ¿Para qué? ¿De verdad te parece una maldición que la chapa no haga ruido cuando llueve? ¿Que el agua de la bomba salga caliente en vez de fría? ¿Te olvidaste esa vez en Barrufaldi que casi se te congela el coso ese cuando saliste a lavarlo en el invierno?
María Negro – Narrativa
No, el señor se olvida. Se olvida de todo lo que una tuvo que pasar, arrastrando baldes, calentando ollas. Ahora que heredamos este lugar que es un paraíso en el barrio, al señor le da miedo. Siempre el mismo cagón, Raúl. Sí, sí, ya sé que la vieja que sale del pozo en la madrugada te aterra, pero tenés que ser un poco más imaginativo, Raúl, algo de contemplación por la pobre alma desgraciada que debe haber sido esa señora.
Mirá cómo los chicos, no sólo lograron que la señora deje de morderlos sino que hasta se hicieron un poco amigos. Y conmigo, ni un sí ni un no, no como otros. Yo creo que la señora debía trabajar de noche en algún lado y le quedó la costumbre, y yo de noche duermo, vos sabés que duermo. Así que si ella quiere andar por el pozo, por el patio, por la puta madre que la parió, a mí me da lo mismo. Lo que yo sé, Raúl, y escuchame bien, lo que yo sé es que esto es la gloria.
Un cuento de María Negro
¿Por qué no le preguntás a la Gladys, al Roberto, qué darían por tener una chapa que no haga ruido, eh? ¿Y un vidrio roto donde no pase el viento? ¿Vos te das cuenta la bendición que tiene esta familia de haber heredado el único rancho embrujado de toda la villa? ¿Vos sabés lo que gastó la Pocha en poner el calentador eléctrico? ¡Una fortuna! Pero más vale que ya sé, pero acá lo único que tenés que tener cuidado es de no salpicarte con la bomba porque quema, pero decime si no es una bendición, Raúl, cómo me vas a venir con la pelotudez de que es agua del infierno.
¡El agua sale caliente! Te lavo los platos, las medias roñosas de los chicos, esos pantalones que tenés que se caen solos de mugre los dejo un ratito al lado de la bomba y sanseacabó. No refriego, Raúl, entendés. No puede ser cosa del diablo que sea capaz de hacer tanto bien y yo de acá no me voy nada, porque además, aunque la Gladys se llene la boca, este terreno lo compró peso sobre peso tu finada madre.
Peso sobre peso, no como la reventada esa que se quedó con la casa del marido y andá a saber, Raúl, andá a saber si no le metió algo en el vino o en el guisito, o en el mate, porque con esa cara de atorranta dónde iba a vivir si la echaba el Ernesto. Hablan de pura envidia, y si yo fuera vos me iría a ver el mal de ojo a algún lado porque no te hace bien hablar con la Gladys, te quedás así, pelotudo, cagado en las patas, y yo creo que la señora del pozo se da cuenta, Raúl, que sos medio cagón y se está divirtiendo con vos.
Un arañazo en la espalda y hacés semejante quilombo. Que si te muerde un tobillo, pegás un grito que te escuchan hasta el asfalto. Exagerado, como tu finada madre, pero si hubieras sacado la valentía de ella que supo ver, como una adelantada, que estas tierras iban a valer fortuna en cualquier momento. María Negro – Narrativa
Sí, pero qué me importa que no sea ese momento, ya va a ser el momento. ¿Vos te pensás que la Nasa no va a venir a averiguar cómo puede ser que el viento no entre por los agujeros? ¿Vos entendés la palabra “milagro” aunque sea cuando la ves, Raúl? Yo no me voy, ni ese exorcista va a entrar acá, y ni se te ocurra volver con el agua bendita que te alcanza la Gladys porque debe ser orín que junta esa sucia para embarrarme o para hacerte un gualicho en serio, que siempre fue media hija de puta y media bruja.
No, Raúl. El único infierno acá está afuera, allá donde vos decís que viven tranquilos y se les entra el agua hasta por el culo. No, Raúl. Si el cura no se va, te juro que golpeo el pozo hasta que la vieja salga y se lo morfe, o le rompa la estampita o le clave la cruz en la sotana. No estamos robando a nadie nada. Si la vieja hace ruido, más ruido hacen los guachos cuando andan corriendo por los pasillos.
No somos delincuentes, Raúl, entendelo. Nos quieren sacar a la vieja, o peor, quedarse con el rancho, con la chapa que nunca hace ruido cuando llueve, con el agua caliente que sale de la bomba. Quieren quedarse con todo porque somos como millonarios y ellos se dan cuenta y vos no, Raúl. Vos siempre, siempre, siempre te embarullás en tu inocencia. Somos millonarios, Raúl. Vos confiá en mí y teneme la pava, ahora deja de temblar.
Si ya sabemos que no dura mucho. Teneme la mesa, de esa pata. Ahora vas a ver qué se va a quedar quieto, vas a ver. Si somos millonarios y no le robamos nada a nadie. No cierres la ventana, afuera está helando, quedate acá hasta que el cura deje de gritar, si ese también tenía lo suyo, hasta tu madre sabía. Dejalo, la vieja es brava pero justa, cuando termine seguro podemos seguir con el mate.
Fe de erratas: El texto original no está dividido en párrafos
Para conocer más sobre la autora:
María Negro (Argentina, 1977) Escritora, editora, tallerista, coordinadora de grupos de lectura. Colaboradora de diversas publicaciones latinoamericanas e integrante del Colectivo Estrella del Oriente. Ha publicado: Y sin embargo se mueve (2012, Argentina), Manifiesto de las conchudas (2013, reedición 2015 y 2018, Argentina), Antología, con otras autoras, Yomoram jyayajpapa is jayatzame (2019, México), El secreto de los insectos (2020, Argentina), La sed de Doña Hilda (2021, Argentina), Una leve presión (2022, Argentina), Las pieles del agua (2022, Chile), La traición de Prometeo (2024, Argentina), Antología “Raíces de una voz”, junto a otros autores (2024, México), El fuego que sostiene la mano (2025, Argentina).
Poesía, cine y actualidad.