
Poemas de Ignacio Zacarías
Convocatoria Sub 30
Antes de adentrarnos en los poemas de Ignacio Zacarías, es menester recordar que esta es una clásica entrada en la que hacemos un recorrido por las obras seleccionadas en la Convocatoria de Espías Rusos para autores que sean menores de treinta años, como es el caso del autor sobre la cual conoceremos algunos detalles a continuación.
Breves comentarios autobiográficos
Sobre nuestro autor, debemos saber que Nació en Lanús en el año 1996. Es licenciado en arte audiovisual, docente y editor audiovisual. Formó parte de la antología “Ver que pasa allá afuera. Poesía 360” de Editorial Gali Arte, y autoprodujo los fanzines “Épocas de drogas duras” y “Bonitos Bomitos”.
La selección de poemas corresponden a lo que intenta ser su primer poemario: “En el silencio de las cosas”.
Con ustedes, los poemas de Ignacio Zacarías
Haz de luz
Ves en el haz del atardecer,
—cayendo entre dos árboles—
sobre los estantes de los libros,
las partículas del sol, como nieve
de cenizas finas caen.
El haz se desplaza, crea
una distancia tocable
entre el sol y los estantes,
llena de partículas. Tu mano
suspendida en el camino,
bajo ese haz —parecen otras—
cerrás el puño, intentando
aprehender las partículas
—sutiles cosas
que solo se pueden ver,
con ciertos ojos, en ciertos días
sobre objetos precisos
en donde la luz se reposa;
nunca vuelve a ser lo mismo
el haz, nunca vuelve a ser
la misma la tarde.
Esta nostalgia
intento apresar, en palabras,
de nuevo, para no perderla
para que no se disuelva
en tantas luces
de tantas tardes.
Esa
en la que intentás aprehender
las cenizas en el haz
sobre esos libros—.
Cerrás el puño,
movés las partículas
que se disuelven
en más cenizas.
Nube Gris
El día instila su tortura a gotas.
Hace semanas que no puedo salir
al jardín. Afuera, otra vez
está la advertencia del día,
parece que va a llover:
solo una nube cubre al sol,
es tan grande que vuelve gris
todo el cielo. Amenaza con llover
hace semanas, y sigue sin caer
una gota. Se parece a “una necesidad
sin sensación”. No hayo palabras
más claras para decirlo:
estas cosas en este encierro son
una necesidad sin sensación.
Macetas y raíces
A la esquina silenciosa me mandaban
en penitencia,
como forma de castigo. Estar callado,
al lado de las macetas, era mi condena.
Entre plantas desconocidas, durante horas,
me quedaba observando las raíces
que sobresalían de la tierra seca.
Mascullando por dentro
aprendí a no responder.
Si quería hablar, dar mis razones,
justificar los méritos, el chistar
era la respuesta que trababa la palabra
en mi garganta. Observaba las raíces
por eso. Imaginaba cómo crecían:
avanzando lento, por dentro
invadiéndolo todo,
a oscuras, en silencio.
Rosa y reja
—¿Te diste cuenta?
Todas las rosas logran crecer
—entre las rejas del jardín,
abriéndose paso— hacia la vereda,
rozándote el brazo al cruzarte
con sus pétalos. Te das vuelta
y ves cómo logran salir
—¿Te diste cuenta?
Flor china
La flor china lentamente crece,
al otro día perecer
¿qué otra cosa puede hacer?
Entre tanta labor y distracción,
acumulada por los años, más difícil
se me ha vuelto descubrir el momento
en el que comienza el vigor
del brote. Me cuesta imaginar
el esplendor, que llenará mañana
de color el jardín—. Los pétalos
veo caer de golpe.
Marchitos en la tierra,
me es engorroso barrer los restos
dando me cuenta que me he perdido
tantos floreceres. Hoy,
bajo su sombra me siento,
me predispongo a escribir
nuevamente —veo un capullo
que quiere asomarse— . De donde estoy,
no pretendo moverme. Todo el día
voy a escribir —estoy convencido,
veré nacer el momento
hoy— ¿qué otra cosa puedo hacer?
Jardín
y entonces pasee un largo rato por el prado
caminando en círculos, mirando fijo
Mary Oliver
En el fondo de todo sigue el jardín
—aquel que no veo hace tiempo—.
La piedra emblemática, la parra,
las flores —de las que aún no aprendo
los nombres— el árbol, siempre ahí
coposo; todo escondido debajo
de la maleza.
Camino con los ojos maculados
por la tarde. Tocando sus altos pastizales, noto
las sutiles diferencias de cada hebra —esas
que me llevan a vagar— entre mis yemas
las huelo. Sobre la palma abierta
las acerco a mí. Busco más,
caminando en círculos,
mirando fijo. La infancia regresar
a cocer la curiosidad a mis ojos,
y la ignorancia
hace que la luz de esta tarde se sienta
una maravilla, en cada momento
—había olvidado cómo era
sentir eso—.
Se abren las flores nocturnas,
como en un jardin lunar
brillan. Mis deseos, ondeando
reaparecen en el tintinear
del silencio
—ahora lleno de mi—. Trémulo
poso cada dedo en los pétalos,
sobre esas flores logro sentirme
aún con vida —tantas palabras
que se me apilan—. Como a malezas
comprendo ahora al tiempo y al dolor:
aquello que arrancamos para sanar,
—pero que regresa— para proteger
lo que todavía esta creciendo.
Fe de erratas: los versos, en la versión web para celulares, pueden no responder a su extensión original.
Para conocer más sobre el autor:
Nació en Lanús en el año 1996. Es licenciado en arte audiovisual, docente y editor audiovisual. Formó parte de la antología “Ver que pasa allá afuera. Poesía 360” de Editorial Gali Arte, y autoprodujo los fanzines “Épocas de drogas duras” y “Bonitos Bomitos”. La selección de poemas corresponden a lo que intenta ser su primer poemario: “En el silencio de las cosas”.
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