Poemas de Andrea Marone

Poemas de Andrea Marone
Imagen de Andrea Marone

Poemas de Andrea Marone

Breves comentarios biográficos

Antes compartir los poemas de Andrea Marone, vamos a hablar sobre su vida. Marone es una poeta nacida en la provincia de Mendoza en el año 1994. Desde siempre estuvo vinculada a la literatura. En primera instancia, estudió la Licenciatura en Letras (UNCUYO), aunque, posteriormente, decidió orientarse a la Escritura Creativa (carrera de la cual se recibió presentando su libro Sedimento borravino).

Pero yendo incluso más allá en el tiempo, la autora, en entrevista con Pablo Andrés Rial, mencionó que el primer libro de poemas que le llegó a sus manos fue el de una compilación de canciones ilustradas de María Elena Walsh, que había adquirido en Miramar durante unas vacaciones con su familia. Además, si de inicios hablamos, es preciso señalar que desde la escuela secundaria ya se dejaba traslucir que sería poeta. Ella misma cuenta que, entonces, había ganado un pequeñisimo certamen literario organizado por la institución.

Breves comentarios sobre su vida

Con respecto a su obra, debemos mencionar que la poeta mendocina, en 2022, obtuvo el Primer Premio Literario Vendimia por su libro Arterias. La editorial Ediciones Culturales, publicó dicho libro. Además, Marone publicó La conspiración de los damascos (2019, México, Editorial Ojo de Golondrina) y Vampirización del ego (Mar Adentro, 2017).

Recientemente ha sido seleccionada para participar de las antologías de poesía “Emma” y “Flotar” (Camalote, 2024) y “Lugares que sean nuestros” (Somos Centelleantes, 2025). También, de la antología de cuentos “Libre” (Camalote, 2024).

En la misma entrevista, la autora de Arterias, expresa una idea que queremos resaltar porque da cuenta también de cuál es el camino elegido por ella: Las redes han hecho de nosotros productos de consumo cultural que nadie consume. Me acuerdo de haber leído ese concepto en algún librito de caja negra, Volverse público, de Boris Groyce. Los artistas sobramos, falta, quizás, quien nos lea, quien consuma nuestras obras.

Ella misma hace un sintético recorrido por su obra: Arterias es un poemario de búsqueda, de observación, de hallazgo de una voz. La conspiración de los damascos es una secuencia que tiene que ver con un yo lírico que prueba un dulce de damasco y tiene una suerte de viaje lisérgico a partir de ahí. Eso es lo que yo veo en el libro, los lectores supongo que tendrán sus propias percepciones. Hasta la caída de la voz reúne una serie de poemas en los que el caos convive con lo cotidiano. Un poco más urbanos, por momentos, un poco de transición hacia la ciudad. Mi poema preferido de esta sección es una descripción de “La alameda” en Mendoza, en donde hay una madre punk con su hijo albino.

Con ustedes, los poemas de andrea marone

Love will tear us apart

Cruje mi herbario corazón de yeso
se descascara cuando me mirás.

Lima sus asperezas con lengua de gata

Lisa aprende a respirar
Mirta vuelve a casa
la Flaca se come una paella
y Olivia consigue novio.

Sus capas de cebolla, ya escarchadas
visten una lasciva desnudez.

Soy ligera cuando la rispidez del mundo
destiñe el alba, vos me mirás
y el tornasol despierta una fe
recóndita como caparazón de hormiga.

Mi Jesús personal resucita
a las carcajadas en su propio funeral
y pierdo mi religión, haleluya.

Tu amor de agua moja mis sueños
y embarra las sábanas, amor
lodazal de un placer nuestro
melodías que yo no había conocido
legiones de ternura para beber
y lamer y tensar hasta el descanso

amor, cuando me mirás
cruje mi herbario corazón de yeso.

a Mark Fisher

La superficie de los objetos perdió volumen.
El valor se acumula en la imagen
en detrimento de la sustancia
(diré detrimento en un poema
así como podría decir salario digno
o justicia social)
Mis pulgares tipean rápido
y de vuelta a casa, por el terreno escarpado,
sangran las rodillas
(esta metáfora arbitraria
se la dedico a las decenas de indigentes
amputados que husmean
en los container de Tribunales)

Quisiera ignorar las arengas
que circuncidan mi deseo
(deseo tan póstumo e impotente
como un psicotrópico)
Y sin embargo, sostengo el valor con los tríceps
intentando ordenar prioridades.

Hagan silencio, déjenme en paz.

Si Rimbaud traficó cuerpos obesos o esqueléticos,
Si Van Gogh se cortó el lóbulo auditivo para obsequiárselo a su mujer, desreconocida por puta
Si Cervantes fue manco
Si Safo fue lesbiana
y si fue Silvia Plath abortera
Y si fue Pizarnik psicótica
Y si fue Baudelaire satánico
Y si fue Lautreamond hermafrodita
Y si fue Poe alcohólico

Hagan silencio, déjenlos en paz.
Y dedíquense a identificar las miserias que adornan sus propias vidas.

La gata clava las garras para trepar
hasta mi pecho donde encuentra cobijo.
El daño que provoca es indiferente.
Su cercanía resulta necesaria
(¿tengo que ser más clara?
¿edulcorar un poco más la metáfora?)

Esta es la última vez que me confieso, padre
Una carta arrojada a la intemperie
un gesto de resistencia analógica
como quien mira su cuerpo en el espejo
y se siente amortajado
(suena de fondo el tema de Charly
no se puede ser feliz con tanta gente hablando alrededor)

Si fuera perro ante el milagro, movería la cola.

Entregado al azar, mi desasosiego apelmaza el tacto
único gesto de valentía, en este mundo que amenaza
escupiendo tersitud sobre toda superficie rugosa.

¡Qué hipocresía!
La ciudad se ha empobrecido
rendimos culto a las deidades equivocadas
creemos en la viga del ojo ajeno
¡qué quedará para nosotros!

¡Ay, la imperfección!
el suave consuelo que solía proponer
el anonimato.

quisiera despegar la mirada de las pantallas
pero no hay otra superficie de consuelo.
Pantallas tan lisas como mármoles de cementerio.
Pantallas tersas como camisas almidonadas
en las páginas percutidas de una novela del romanticismo.
La protagonista muere de malaria, nadie escupe sobre su tumba.

La superficie de los objetos perdió volumen
las pantallas se clonan a una velocidad escalofriante
nuestra necesidad de sumergirnos en su tersa vacuidad
y, en el desconsuelo observar nuestro reflejo
pálido sobre la opacidad, ojeroso, estrábico.

Descascarame, resbalame
un lunmiente en mi runrun
relameme luciente la prístina
salvajisma inmersitud.
Recostame la labia, los pedazos lustrosos
las murientes proselactitas
de mi inmersa pulsación
rementame la piela, la tesitura
substancial exhumancia
apenas marroquismo, apenas culto
apenas alundancia, apenas
inmiscuída, derrochada, placenta
pletorizada. Descamarame
escama a escama, lamerosa
barrancal orquídeo, Amaranta.
Soltame el costarón con la destreza
de un farandal amisorando el marismo.
Amaliname la rótula, la escápula
lustraeme el luto, luminisceme
luminificame, lucero, lacerarme
hasta el agobiamiento, hasta el prístino
día en que yo me apague.

En filamentos de ceniza
lianas de una selva subacuática
se fuga nuestra lengua.

Descascarándose al contacto del cardumen
que arrastra sus aletas sobre la vegetación.

Mastico el cascarón de una langosta
para agotar el océano.
Gime el crustáceo un destino
de carne magra.
Un dolor inaudible
mi crueldad hambrienta
acribilla su voz.

Un balido de ballena me distrae.

Toda palabra tiene precio.
Si digo langosta,
desanudo el mar.
Toda palabra está percudida.
Si digo ballena,
el peso de un cuerpo cae sobre mi hambre.

Morder el instante.

Apenas me regodeo
en el sabor ácido del lenguaje.
Me asfixio, los bordes ásperos
raspan la garganta
y este desconsuelo, una pincelada más
en la terrosa contextura del océano.

Todavía no aprendo a Maullar

Acostumbrada a los rascacielos, a sentir nostalgia del calor del sol
alumbrando las mejillas, el entorno rural parece muy cercano al paraíso.

Probablemente, no lo sea.

Ocho perros de finca sin collar nos reciben en la tranquera.
El más pequeño salta la verja y nos lame las manos.

Manos que teclean un Vivaldi alfanumérico.

Intento sujetar una gata pequeña, pero su maullido
carga un tristeza honda como sopa de calabaza.
Las hilachas de cebolla juliana cargan la tersitud
de las cuerdas percutidas de un arpa desafinada.

Yo desconfío de la fragilidad de las formas.
Tengo miedo al apego con todo lo que puede romperse.

El tamaño del corazón de mi gata acabará por pesar veinte gramos.
En cambio, el tamaño del corazón de una vaca llegará a pesar dos kilos y medio.
El corazón de un gato entra cien veces en el corazón de una vaca.

Mi corazón pesará trescientos gramos como mucho.
El corazón de mi gata será quince veces más pequeño que mi corazón.

Conservar una serena desconfianza en la estadística.

Mi gata se despide de la finca natal con gemidos agudos
mi corazón se retuerce, en las curvas el auto tambalea
y este acto de piedad me descasara, abre una herida rítmica
por el agudo llanto del cachorro. Se trepa por mi cabello
ronronea en la oreja, bebe leche con confianza, come entusiasmada del cuenco
como ofreciéndome un perdón.

Ocho perros sin collar mueven la cola.
Detrás, la precordillera anuncia el atardecer.
La lengua de esta, ahora, mi gata, áspera como esponja vegetal
promete atenuar la ansiedad que se cuela bajo mis uñas.

Fe de erratas: por una cuestión de formatos, y no de formas, en la versión para celulares no se respeta la extensión real de los versos.

Los poemas publicados pertenecen al libro inédito Mucilaginoso

Para conocer más sobre la autora:

Poesía, cine y actualidad.


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