
Poemas de Adriana Márquez
Breves comentarios biográficos
Antes de compartir los poemas de Adriana Márquez, es preciso mencionar que nació en Trenque Lauquen, aunque hace muchos años vive en el Área metropolitana de Buenos Aires. En ese sentido, cuenta, que llegó a los dieciocho años para estudiar la Licenciatura en Letras de la UBA y que, actualmente, trabaja como docente de la Universidad Nacional de Buenos Aires y dictando talleres de escritura.
Según ella misma cuenta en entrevista con Diario Hoy, empezó a escribir a los quince años. Primero, en poemas sueltos y, posteriormente, en una máquina de escribir que su abuelo le prestaba. Escribía en hoja rayada número tres, recuerda.
Cuenta, además, que su primera publicación la hizo casi como una espía (como una espía rusa tal vez).Llevó un poema que había escrito al diario de su ciudad, se acercó a algún sujeto que pudiera recibirlo y allí lo dejo casi sin mediar palabra. Algo de todo esto que aquí mencionamos pueden ser claves para acercarse a su obra.
Breve comentario sobre su obra
Adentrándonos en su obra hay que mencionar que nuestra autora publicó: De paso (Simurg, 2013) y Cuando seamos árboles (Ediciones en Danza, 2020). Participó en las antologías Buenos Aires no duerme (1998), 8cho y och8. Imágenes y textos (Arset,
2014) y Antología federal de poesía. Provincia de Buenos Aires (2017). Su libro “Ser de barro” obtuvo el segundo premio del Concurso de poesía Nacional “Alfonsina Storni”, otorgado por el Centro Cultural Kirchner.
En relación con el libro “De paso” Juan Lázaro Rearte sostuvo: La precisa y plástica prosa de Márquez tantea las fisuras de la realidad hasta descubrir, y sin que esto represente una amenaza, en el mundo siempre nuevo de la infancia preciosas imágenes del presente: ahí es posible la superación de cualquier malestar.
Finalmente, cabe destacar lo que la misma Adriana Márques pensaba de sus poemas en una entrevista con Diario Hoy: Con este libro, todo fue distinto: escribí la mayoría de las poesías en pandemia, casi nadie sabía que las estaba escribiendo ni, luego, que las había enviado a un concurso. La voz poética de este libro también es distinta a los anteriores: se le habla a otro (que de algún modo enmascara o incluye a un nosotros). No fue premeditado. Luego del primer poema se presentó esa voz y se mantuvo, como un susurro que acompaña a este ser en su devenir. Este ser que somos todos.
La poesía de Adriana Márquez construye, como bien lo menciona Rearte (aunque de su actividad en prosa) una mirada precisa. A lo largo de estos poemas, uno puede hundirse y salir a la luz en el mismo gesto. Hay una búsqueda cuyo carácter estético está siempre dentro del lenguaje, siempre superando la anécdota, siempre empujando al lenguaje hacia lugares en que es difícil reconocerlo: allí, el extrañamiento.
Con ustedes los poemas de Adriana Márquez
Poemas del libro Cuando seamos árboles
Mamá va a morir pronto.
No está moribunda:
anda encendida.
La conozco.
Cuanto más ilumina más esconde:
la vergüenza,
el deseo de no ser.
Todas las madres mueren.
Pero ella sabe cuándo.
Camina entre nosotros
sabiéndose recuerdo.
Mi madre en un parque jurásico,
una era de hielo.
Derrama el testamento
sobre las plantas,
sobre el cantero,
sobre las sandalias
que voy a heredar.
Me conozco:
nunca voy a usarlas.
Ella riega su muerte,
yo muero de sed.
Soy un brote nacido del cemento.
—————-
Caminamos sostenidos por la noche.
Un rumor entre los árboles
parece reclamar palabras vivas.
Nos abrigamos en humedad de césped
—qué sabe esa voz
de la amnesia del árbol.
De pronto un pájaro atraviesa
de un olvido a otro
hasta que el silencio aúlla nuestros nombres.
———————
Sucede que tendimos la red
y sólo atrapamos
agua cristalina.
Queríamos peces
y bebimos el hambre.
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Mueve su cuerpo
con la pericia de un gato,
con el silencio de un muerto.
Avanza entre despojos:
alguien dejó la casa
sembrada de ruinas.
Un recuerdo ulcerado.
Un espacio común.
Una pieza vacía.
Nadie piensa en los que quedan
atravesando salas
como campos minados.
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Cuando seamos árboles
tendremos el silencio.
Anidaremos fuera,
expuestos por fin a la tormenta.
Seremos huérfanos.
Vientos de furia moverán las creencias.
Nuestras hojas absorberán el agua
como antes la nostalgia
comía de nuestra médula.
Cuando seamos árboles
tendremos el silencio
que ahora, incesante,
vuela en las mínimas cosas.
Seremos huérfanos.
Pero tendremos frutos.
Poemas del libro Ser de barro
EN EL PRINCIPIO fue el verbo.
No hay nombre para ese
antes sin verbo, ese antes
sería lo gélido, sería
una atmósfera inmóvil,
glaciar.
En el principio fue un planeta
en silencio,
luego la vibración
que lo resquebraja
como la aguja más fina
marca el tiempo
o lo destruye.
En el principio
fue la palabra.
Fue el cuerpo, fue
la templada potencia
de una voz
iniciando.
——————-
LA MANDÍBULA abierta
en el océano,
un movimiento
desesperado.
Boqueás, te movés,
subís. No sabés:
para ser un pez fuera del agua
tendrás que aprender
a hablar en tierra.
Pero antes aprender
la voz orillada,
la voz anfibia,
el croar de tu ser.
Aprender que toda palabra
dice y calla,
como esa bocanada
en lo profundo:
este nuevo lenguaje
también es un océano.
———————
SE OYE, leve, tu caminar.
Estás aprendiendo la tierra,
el olor del pasto después de la lluvia,
la sequedad, el remolino que dejó
ese caballo, las pisadas de seres
desconocidos, como vos.
Se oye, leve, tu caminar.
Tus pies de almohadilla y pelo
rozan el nuevo mundo
como una onda débil o un suspiro,
como si el mundo fuese también
una almohadilla frágil
extendida como manta
o algodón colgando de una soga
y el viento fuerte, cerca.
La caminás con pasos delicados
porque eso es aprender la tierra:
dedicarle tu piel
para que sane.
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EN EL SILENCIO de los hongos
debajo de los árboles,
arriba del monte y en el lago
que te mostró tu ser, sentiste
que entre todo y alrededor de todo
se cumple algún ritual:
plantas frágiles buscan
su raíz en el aire;
yuyos, plumas se arraigan
al árbol para ser otra cosa;
las pieles tapizan una herida,
la herida es marca de un pasado;
algunas ventanas cierran y abren,
no todo hueco es abertura;
casi todos los nombres señalan una ausencia
y los segundos,
la respiración que persiste;
algunos recuerdos polinizan el tiempo,
abejas zumban en la memoria.
Sentiste que alrededor se cumple el ciclo:
los fuegos se apaciguan,
la luna mengua,
las mareas bajan.
Ralea el paso de los hombres
y la sombra que proyectan
los encoge.
Por unos días, por unas horas,
descansarás sabiendo que el latido
consiste en eso: ser parte
del ruido seco en todo lo que vibra.
Adriana Márquez nació en Trenque Lauquen (prov. de Buenos Aires) en 1972. Vive en Capital Federal. Es Licenciada en Letras por la UBA. Publicó los libros De paso (Simurg, 2013) y Cuando seamos árboles (Ediciones en Danza, 2020). Participó en las antologías Buenos Aires no duerme (1998), 8cho y och8. Imágenes y textos (Arset, 2014) y Antología federal de poesía. Provincia de Buenos Aires (2017). Es docente universitaria y coordina talleres de escritura. Trabajó en la selección de textos literarios para la Editorial SM, y en talleres de escritura y capacitaciones en bibliotecología en el Programa Bibliotecas para armar (Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires). Escribe reseñas para el blog “Libro de arena” y la revista virtual “Calibán”. Su libro Ser de barro recibió el Segundo Premio Nacional de Poesía Alfonsina Storni (2022).
Para conocer más sobre la autora:
Poesía, cine y actualidad.