
Poemas de Samuel Amaya
Convocatoria sub 30
Desde Espías Rusos, hemos realizado una convocatoria con el objetivo de conocer las voces emergentes de la poesía argentina. En primera instancia, el acercamiento tuvo el objetivo de conocer a aquellos autores menores de 30 años que estén escribiendo actualmente en el país. Esta es la primera publicación de esa convocatoria y nos lleva directamente a la Provincia de Tucumán para conocer los poemas de Samuel Amaya.
Breves comentarios sobre su obra
Antes de compartirles los poemas de Samuel Amaya, vamos a compartir algunos breves detalles sobre su vida y obra. Nació en San Miguel de Tucumán en el año 1997. En relación con la poesía, publicó Proyecto 97 (Ed. Copo de Nieve, Buenos Aires, 2022), el fanzine Changuito (Camalote, Paraná, 2025) y próximamente Curarse el cuerpo con azúcar (Puerta Roja Ed., Tucumán, 2025), que obtuvo una Mención de Honor en el Concurso de Poesía “Dora Fornaciari” 2024, de la Municipalidad de Tafí Viejo – Tucumán.
Participó, también, en distintas antologías entre las que destacan Mundos Maricas de la Poesía Argentina en Democracia (Ed. Ojo de Loca, Buenos Aires, 2024), Con la Intensidad de la Siembra (Falta Envido Ed., Tucumán, 2024), Fe (Camalote Ed., Paraná, 2024).
Amaya, además, fue participe de distintos festivales, entre los que destacan, por ejemplo, el reconocido Festival de Poetas con la Gente que se realiza en Cosquín cada año con motivo de la celebración de la palabra poética.
Eduardo Albuixech expresa, sobre la obra de Amaya, para el medio La Palta: Samuel Amaya es un joven poeta tucumano que atraviesa en sus letras profundas vivencias de la infancia pasada con el presente. En ese devenir individual, se evidencia el recorrido histórico y político de nuevas generaciones de jóvenes que se animan a vivir el amor sin mandatos ni tapujos, como lenguaje universal. Porque no hay derecho humano más fundamental que la libertad de amar.
Con ustedes, los poemas de Samuel Amaya
Tres poemas de Changuito (Camalote 2025)
A los nueve
me llenaron de luz y versículos
creando en mi memoria un chip dorado
de mujer, hijos y matrimonio de azúcar.
Mami decía que yo era la esperanza de ellos
chango voltiamujeres, pechito de quetupí
para llevar lo único valioso que teníamos
la sangre apellido de una generación perfecta
y hombres machos de cristal.
Qué hijos vamos a dejarle a este país
se agarraba la cabeza y el corazón mi viejo
cada vez que nos miraba a mi hermano y a mí...
A mi hermano, que ya era papá por tercera vez,
un trabajo, casa, mujer y amante.
Y a mí, soltero, puto y monjo
porque puto y fiestero por lo menos pasaba
yo no... era puto, devoto de una luz
que me dejaba por ratos ciego
y por otras atado a un manto claustro;
le gustaba decirme que yo prefería todo de rodillas
por eso rezaba con la lengua afuera
para sentir el agua bendita en mi garganta.
¿Y vos ya chapaste?
Me preguntaban los changos
cuando nos juntábamos en alguna joda
y era un clásico escuchar ese ritual
de hacernos hombres con alguna minita...
Yo me inflaba el pecho como quetupí
me hacía el chango ganador
contestando que me había chapado
cinco en una noche y después
dos más a la salida del club.
Alborotaba el gallinero
para que los gallitos me reconozcan
pero nunca supieron que
más ganas le tenía al primo de uno
cuando me aceitaba las tuercas
con el acento porteño.
Yo quería sentir la cumbita en el cuerpo
y Buenos Aires en la boca.
Dos poemas de Curarse el cuerpo con azúcar (Puerta roja 2025)
Tucumán es azúcar y mi cuerpo también
cuando los changos abren las hebras
de mi corazón y buscan miel
como en la mazamorra de mami
ellos se alimentan de este jugo
de llevarse algo dulce a la boca
que los haga volar
que les dé fuerza
y hacen de mi cuerpo
un volcán de melaza
que puedan traer a su cama
al lado de sus patronas
y cuando el dulzor tiembla
en sus piernas, sienten mi cuerpo
florecer.
Papá lloró azúcar toda su vida
y quizás me costó entender cómo
hacía para endulzar su corazón
después de que las cañas lastimaran
sus manos o el frío del machete
atravesara sus piernas en el cañaveral.
Quizás por eso también no alcanzó
a abrazarme cuando mi cuerpo
rebalsaba en las manos de algún chango
o cuando le mostré el nicho en mi pecho
donde una virgencita gritaba mi nombre.
Ahora recojo los granitos dulces
que salen de sus ojos
y veré en ellos a ese changuito
que el ingenio lo parió.
Un poema del libro inédito La fugacidad de la pérdida
Me quedé sin el pan y sin la torta
cambié de celular y perdí todo
hasta el contacto del chango
que había conocido después de un evento
Lo único que sé es que lo agendé como
ChangoLindoFlequilloiPoni
Él me había hablado de su amor
por la poesía, su curiosidad de
cómo los poetas son buenos
hechizando a la gente
con la boca la mirada
Vos sos un buen chamuyador me dijo
y yo atontado con su carita el peinadito
planchado como poni de feria
me había imaginado el nombre
de nuestros hijos el perro la casa
me creció el ramo en las manos
y sin querer queriendo
me hechizó tanto
que ni su nombre anoté.
Para conocer más sobre el autor:
Samuel Amaya (San Miguel de Tucumán, 1997) Profesor en Letras – UNT. Participó en diversas antologías de poesía nacionales y provinciales, como Putiverso: Mundos Maricas de la Poesía Argentina en Democracia (Ed. Ojo de Loca, Buenos Aires, 2024), Con la Intensidad de la Siembra (Falta Envido Ed., Tucumán, 2024), Fe (Camalote Ed., Paraná, 2024), entre otras. Publicó Proyecto 97 (Ed. Copo de Nieve, Buenos Aires, 2022), el fanzine Changuito (Camalote, Paraná, 2025) y próximamente Curarse el cuerpo con azúcar (Puerta Roja Ed., Tucumán, 2025), que obtuvo una Mención de Honor en el Concurso de Poesía “Dora Fornaciari” 2024, de la Municipalidad de Tafí Viejo – Tucumán.
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